En Rewind & Play (2021) el director franco-senegalés Alain Gomis recurre al found footage para recrear la estadía en París, durante los últimos días de 1969, del compositor de 'Round Midnight. El film encuentra su propia naturaleza, apuntalado por el montaje y sus sutilezas, y una idea central queda en pie: Thelonious Monk vivía dentro de su música; esa condición era su abismo, su límite y su centro.
“El conflicto principal que yo veo en la realización de un film de este tipo -un documental- es que se espera que el artista o el escritor diga cosas importantes sobre su arte. Pero al mismo tiempo es un retrato, y la persona -el artista retratado- aparece en su vida cotidiana (que es igual a la del todo el mundo). Entonces me pregunto sobre este tipo de documentales: ¿dónde y por qué medios el film puede lograr un sistema expresivo propio frente a ese peso de lo cotidiano y de lo banal, que es prácticamente la materia con la que trabaja?
La reflexión de Juan José Saer -en la sobremesa de un asado en el verano de 1996- despunta en otro documental, otro retrato al fin, al que desde hace algunas semanas se puede acceder libremente en YouTube. Hablamos del intitulado Retrato de Juan José Saer, de Rafael Filippelli. Esta inquietud puramente saereana encuentra una interlocución directa en Rewind & Play. En esa interrogación: cómo lograr un sistema expresivo propio, surge lo más interesante.
Un entrevistador grosero y arrogante, arrogante como sólo pueden serlo algunos franceses, técnicos que deambulan ruidosamente, repeticiones de toma, indicaciones y contraindicaciones, la voz omnipresente del director de cámaras que baja por un parlante invisible… la televisión es un invento infernal y bien lo sabía, padecía Monk.
“¿Y si nos vamos a cenar y nos olvidamos de este programa de TV?”, dice Monk mientras transpira mares en ese estudio parisino durante los días más fríos de diciembre de 69´. A los incontables problemas técnicos, se suman los humanos, que a diferencia de los primeros, muchas veces son irremontables.
Rewind & Play expone en algún momento el notorio problema comunicativo del músico, en lo que algunos ven rasgos de bipolaridad y un claro deterioro cognitivo. El intento de entrevista es un desastre desde el primer contacto y nadie en el plató cree que algo vaya a mejorar. Esa tensión sólo cede cuando el papel ridículo del entrevistador desemboca en el grotesco.
El entrevistador es el pianista francés Henri Renaud, que conoció a Monk en Nueva York, circa 1954. El propio Renaud organizó la visita a París y se encargó de disponer del espacio en la TV francesa. Quizá, al margen de su esnobismo indomable y esa suficiencia típicamente colonial, Renaud sirva de ejemplo de todo lo que no debe hacer alguien que toma la palabra.
Durante toda la película (65 minutos) no se da en ningún momento una conexión entre los dos pianistas, totalmente imposibilitados para la comunicación, habitantes por separado de burbujas intransigentes.
Es más de una la ocasión en la que Monk parece a punto de ceder a la tentación de escapar, tirar una bomba de humo, como quien va a una reunión social y huye del lugar sin saludar a nadie. Esa situación no se concretó, para desgracia de Thelonious.
Ante los fallidos elogios por parte de Renaud (“Bauhaus del jazz”) Monk musita sin pasión: “No entiendo”. Este documental, valioso por la calidad de los metrajes originales, y potente por el ritmo y el humor que Gomis promueve en el montaje, brilla con las interpretaciones al piano de quien no tiene lugar dentro de sí para otra cosa que música.
*"Monk es un jazzman, el único. Pero él es más que eso. Él es algo tan raro como un oasis en el Sáhara", escribió Martin Williams para el lanzamiento de "Solo Monk" (1964). Esta nota fue escrita con ese disco corriendo de fondo.
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