
Luis Héctor Cristaldo, argentino de nacimiento pero boliviano de corazón, a lo largo de su vida futbolística vistió la camiseta de la selección de Bolivia, además de siete clubes del país vecino. “Nunca pude jugar como boliviano en la Liga local. Hasta el último partido lo hice como extranjero. Es la mayor injusticia que pasé durante mi carrera. Sufrí discriminación y nunca faltó la envidia. Pero el hincha común hasta el día de hoy está agradecido por todo lo que les di y me lo hacen sentir”, reconoce el hoy entrenador de la Reserva de The Strongest.
Con tan sólo 15 años, Cristaldo llegó desde su natal Ibarreta, en Formosa (Argentina) para visitar a unos familiares en Santa Cruz de la Sierra. Decidió quedarse en Bolivia e inició su carrera futbolística en la academia Tahuichi Aguilera en 1984. Gracias a su gran capacidad futbolística, jugó en el seleccionado del Altiplano durante dos décadas, consagrándose subcampeón en la Copa América y siendo parte de aquel seleccionado que se clasificó al Mundial de Estados Unidos 1994, al que definió como “el mejor de la historia boliviana”
El formoseño nacionalizado boliviano construyó una carrera brillante. Junto con Marco Etcheverry son los únicos que representaron a Bolivia en dos Mundiales oficiales de la FIFA: el Sub-16 en Canadá 87 y el de Estados Unidos 94. Con la camiseta verde jugó 93 partidos y marcó cinco goles. “La gente la pasó muy bien en ese momento pero hoy la realidad es muy distinta. Bolivia está en su peor momento, con denuncias de corrupción y apuestas. Eso genera mucho malestar puertas adentro y los jugadores antes de ser futbolistas son personas. El clima no es el mejor”, aseveró en dialogo con Infobae desde La Paz.
En su larga trayectoria como defensor izquierdo, aunque también se paró como carrilero por el mismo sector, Cristaldo tuvo un paso por el fútbol extranjero. Fue dirigido por Diego Armando Maradona en el recordado Deportivo Mandiyú en 1994. Pasó por el Sporting de Gijón español, y en Cerro Porteño y Sol de América de Paraguay. Se retiró en 2012 y casi de inmediato comenzó a dirigir a Guabirá de su país, incluso fue asistente de Julio César Baldivieso en la selección mayor en 2015.
“No sé por qué nunca me saqué una foto con Maradona y estoy arrepentido. Encima, me regaló una corbata negra y me la robaron. Pero tengo los mejores recuerdos de él”, asegura el hombre de 54 años que ganó siete títulos en su carrera, uno con Oriente Petrolero, tres con Bolívar y misma cantidad con The Strongest.
– ¿Que análisis hacés en la previa del partido entre Argentina y Bolivia?
– Contra Ecuador la selección de Lionel Scaloni se quedó corta con el 1 a 0; mereció un poco más. Es el campeón del mundo con un presente espectacular. Va a estar complicado para Bolivia sacar un buen resultado en La Paz. Ya le ganó de local en algún momento. pero hoy el fútbol boliviano no está pasando por un buen momento. Sí Bolivia le gana, va a ser un batacazo. Pero todo dependerá de la cuestión anímica del plantel boliviano, sobre todo porque viene de ser goleado por Brasil.
– ¿Le tocaron los peores rivales a Bolivia en el comienzo de las Eliminatorias?
– Sí. Primero Brasil y ahora la campeona del mundo. No nos vamos a mentir porque Bolivia no está pasando el mejor momento, porque hay rumores de actos de corrupción y apuestas que involucran a dirigentes locales, árbitros y a un futbolista, pero no hay sanción todavía. Entonces, no está llegando bien a este partido debido a todos estos problemas que hay. El año pasado no terminó el torneo. Hoy se vuelve a suspender con The Strongest como líder de la tabla de posiciones, con seis puntos por arriba del escolta y debe empezar de cero.
– ¿Firmarías el empate?
– Sumar sería lo ideal. Si se puede de a tres, mejor, pero si no puede, que no pierda. Bolivia tiene buenos jugadores, pero si emocionalmente no está bien por todo esto que está pasando, lo terminará sufriendo. Creo que la altura a la Albiceleste no lo efectará porque tiene buenos jugadores que físicamente están bien. Pero los antecedentes pesan mucho y el hecho de haber perdido por goleada con Diego Maradona como entrenador, y además también en otro encuentro, todavía está dando vueltas, y la sombra del 6 a 1 puede jugarla una mala pasada. Quiero que gane Bolivia, pero la realidad me dice otra cosa.
– ¿Es mito o realidad el hecho de que tomando viagra los futbolistas combaten la altura en La Paz?
– Nunca usé viagra, no sé (risas). Vine con Cerro Porteño a jugar por la Copa Libertadores y con Oriente Petrolero aquí a La Paz y se puede correr. Sólo se debe hacer un buen planteamiento y que corra más la pelota que el jugador. Si Bolivia gana, será por sus jugadores y no por los 3600 metros. Los que están acostumbrados a jugar en el llano no necesitan tomar nada para hacerlo en la altura.
– ¿Qué recuerdos tenés de haber presenciado enfrentamientos entre Bolivia y Argentina?
– Nunca pude enfrentar al elenco albiceleste de local, siempre de visitante. Jugué el partido por las Eliminatorias para el Mundial Corea/Japón 2002 en el cual Argentina ganó 1 a 0 con el tanto de Gustavo López, que tuvo su mejor remate en toda su carrera y convirtió a falta de cuatro minutos para el final.
– ¿La generación de futbolistas bolivianos que se clasificó al Mundial 94 fue la mejor de la historia de su país?
– Sí, fue la mejor porque había una combinación entre equilibrio y jugadores con mucha experiencia que pasamos por todas las divisiones menores del seleccionado del Altiplano participando de torneos internacionales, cosa que hoy no ocurre. En la actualidad hay futbolistas que llegan a la Mayor sin tener encuentros internacionales en su espalda y disputan una Eliminatoria que es difícil, contra rivales con futbolistas muy bien formados. En esa Copa del Mundo se logró una clasificación histórica hasta ahora, que se recuerda mucho acá. Para la gente, ese plantel fue el máximo del fútbol boliviano. Hoy, el local con su selección esta ilusionado con la idea de jugar de vuelta un Mundial, pero dependerá de cómo nos vaya en las Eliminatorias.
– Fuiste dirigido por Diego Maradona en aquel recordado Deportivo Mandiyú de Corrientes. ¿Qué recuerdos se te vienen a la cabeza?
– El problema era la dirigencia que mantenía muy mal al club, la peor que vi en toda mi carrera. Porque eran políticos, y el fútbol era lo que menos les importaba. Que me dirija Maradona fue lo mejor que me pasó. Fue único e inolvidable, y hasta el día de hoy lo recuerdo con mucha alegría porque conocí al Diego humano y al Diego jugador. Así que quedé satisfecho, porque me encontré con una persona espectacular.
– ¿Cómo se dividían las tareas con Carlos Fren, su ayudante de campo?
– Fren era el que daba la charla táctica y Maradona se encargaba de la parte de motivación, pero igual tenía sus cosas. Llegó en un momento crítico de Mandiyú, en el que había mucha deuda económica y problemas con la dirigencia.

– ¿Que tal era Diego como jefe de grupo?
– En ese aspecto siempre peleó por el jugador y buscó que nos cancelen lo adeudado. Pero cuando no hay una cabeza visible y el que tiene que pagar se esconde, como hizo el presidente Roberto Cruz, es complicado ¿no? Hicimos todo lo que pudimos por el Diego, aguantamos, pero al final perdimos la categoría y el club terminó desapareciendo al año siguiente por los problemas internos. Antes de que llegara Diego, concentrábamos en el Hotel Setia en Ezeiza cuando jugábamos en Buenos Aires. Era un establecimiento hotelero más para soldados qué para futbolistas, pero por intermedio de él cambió todo.
– ¿Qué fue lo que generó Diego?
– Ese hotel parecía más un cuartel que otra cosa. Eran piezas con una cama y no había más nada. Vivíamos como soldados. No era un hotel, hotel (risas). Pero cuando llegó Diego y nos tocaba venir a Buenos Aires, nos mudamos al hotel Presidente en el microcentro y todo mejoró.
– ¿Cómo estaba anímicamente Maradona, ya que venía de ser sancionado en el Mundial 94 por doping?
– Nunca mostró su enojo ni bronca, ni tampoco nos gritó. Siempre se lo vio con cara sonriente, que te daba tranquilidad para trabajar. Porque más allá de lo que había sufrido, nunca demostró amargura en ese tiempo que nos dirigió. Estaba bien.
– ¿Fuiste parte de ese Mundial de los Estados Unidos, ya que integraste el histórico plantel boliviano, y viste una de las últimas veces a Maradona con la camiseta albiceleste?
– Sí. Nosotros llegamos a ir al estadio a ver el encuentro entre Argentina y Grecia. Diego jugó muy bien y marcó un golazo. Nos dio mucha tristeza que una figura como él haya quedado fuera de la Copa. No sólo por Argentina, sino por el torneo en sí. Uno quería seguir disfrutando de su fútbol, pero lamentablemente no se pudo.
– ¿Cómo fue la despedida de Pelusa de Mandiyú cuando dejó su cargo? ¿Qué les comentó?
– Fue contra Lanús en Buenos Aires. Cuando se despidió, nos deseó lo mejor y dijo que nos llevaría a todos en el corazón porque fuimos su primer equipo que dirigió y que es como la primera novia. Y es verdad, él se acordaba siempre de nosotros. Un día, nos volvimos a cruzar en La Paz casi 14 años después en un partido que vino a disputar como entrenador de la selección argentina por la altura y me saludó bien, se acordaba hasta de mi apellido. Jamás me voy a olvidar de él. Si me dirigía Juan Pérez me hubiera olvidado de aquel último día en Mandiyú, pero como era Maradona lo recuerdo todo.
– ¿Es cierto que un día te dejó su vehículo para que te volvieras del estadio y él se fue en bus?
– Sí, es verdad, tenía una gran calidad humana, se hacía tu amigo y olvidate, en lo que te podía ayudar, te ayudaba. Una vez, fui al control doping tras un 3 a 0 frente a Gimnasia y Esgrima de Jujuy en Corrientes. Tardé como una hora en regresar. Entonces, dejó su vehículo personal para que me fuera al hotel y él se fue en el bus, dejó su movilidad solo para mí, ordenó a su chofer que me esperara. ¿Quién hace eso? Acá recuerdo que varias veces en La Paz abandonaron a jugadores, los dejaron tirados en el estadio por que se tardaban en el doping y los dirigentes e integrantes de los del cuerpo técnico se fueron para Santa Cruz. O sea, imaginate, Maradona tuvo semejante gesto conmigo y lo recuerdo seguido. Siempre se manejó con mucha humildad, generosidad y nunca se agrandó.
– Cuando hablás de generosidad, ¿a qué te referís?
– Las fotos que se sacaba con mis amigos estando cansado y con 30 grados de calor. Era increíble, no se hacía rogar ni esperar y de paso sonreía para la cámara. Nuestro camarín era lamentable en Mandiyú, con una pared despintada, un banco horrible y sin ventilador. Entonces, él se quedaba afuera esperando al plantel. Un día, llegué con mis amigos y le pedí fotos para ellos, me animé a hablarle y al mismo tiempo pensé que me iba a sacar corriendo por todo lo que estábamos pasando. Sin embargo, accedió sin problemas. En ese club no había las mejores condiciones para entrenar, había un banco viejo, una infraestructura mala, pero Maradona no se hacía problema, él no se quejaba del barro ni de nada. Eso lo hacen los grandes. Fue espectacular la experiencia que viví con Diego.
– ¿Te regaló algo alguna vez?
– Sí, una corbata negra que me dio tras el triunfo por 3 a 0 sobre River en el Monumental, partido en el cual él me eligió la figura de la cancha. De esta manera, se la sacó y me la regaló. Pero no la tengo más porque con tantos cambios que tuve de hogar, la perdí. En esos movimientos desapareció. He llevado muchos amigos a mi casa y se hacían dueño de lo ajeno. Así se me perdieron muchas cosas, entre ellas, la corbata, porque se la mostraba a todos lo que iban a visitarme.
– ¿Te la robaron?
– Sí, porque no la encontré más. Invité a mucha gente a mi casa y se hicieron dueño de cosas que no les pertenecía.
– ¿Tenés alguna foto con Maradona?
– No, y me arrepiento de no habérsela pedido. ¿Por qué no lo hice? Todavía no logro entender cómo me paré a su lado y me saqué una foto, no sé porque no lo hice. Igualmente, no existía la tecnología actual con celulares con cámara ni nada de eso.

– ¿Es cierto que Maradona pudo haber jugado en Bolívar en 1994?
– Sí, antes del Mundial de Estados Unidos hubo un interés de don Mario Mercado, presidente de este club. Era un minero de mucho dinero y le presentó una propuesta a Diego para contratarlo para disputar los cuartos de final de la Libertadores de ese año, aunque todo quedó en la nada por el doping positivo que sufrió en el Mundial de ese año. Pudimos haber sido compañeros en Bolívar, pero resulta que después de esa Copa yo me fui a Mandiyú y Maradona fue a ese mismo equipo, pero de técnico. Cuando me vio, me dijo “¿y qué pasó? porque erraste ese gol ante Alemania”. Se acordaba de todo.
– ¿Qué injusticias sufriste que te alejaron del fútbol?
– La huelga de jugadores y la falta de pago. A finales de los 90 y principios del 2000, no había en Bolivia una ley que al futbolista lo respaldara. Recién apareció en el 2006, cuando se formó el gremio que hasta hoy defiende los intereses de los jugadores, que por primera vez se empezaron a exigir que se respeten los años anteriores. Porque hasta ese momento, ningún futbolista llegaba a cobrar ni el 20 por ciento del contrato que firmaba con los clubes locales ya que no había una ley que lo respaldara. Nosotros teníamos que ganar los partidos para cobrar, y así y todo, nadie nos garantizaba que íbamos a percibir nuestros haberes. Todo eso me pesó mucho para alejarme del fútbol y colgar los botines. Al final, lo que vivimos nosotros fue feo.
– ¿Te cuestionaron alguna vez por no ser boliviano de nacimiento y vestir la casaca de la selección verde?
– Sí, sufrí discriminación y nunca faltó la envidia. Pero el hincha común hasta el día de hoy está agradecido conmigo y me lo hace sentir. Yo estoy muy agradecido con este país porque un día vine a pasear y me quedé. Resulta que un fin de año visité a una hermana que vivía en Santa Cruz y tuve la suerte de jugar al fútbol y representar los colores de Bolivia.
– Hoy, ¿qué es de su vida, Luis?
– Estoy entrenando a la Reserva de The Strongest y dirigiendo a otro equipo que es la filial de este club. Dejé el fútbol en el 2011 y, dos años más tarde, me recibí de entrenador. Cuando me alejé, con mi mujer invertimos en una empresa constructora que ella maneja, y hace un año y medio volví a este deporte porque es lo que más me gusta y me hace feliz.